Saint-Simon, Louis de Rouvroy, Duc de
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6,86 €Probablementeeste libro jamás habrÃa llegado a sus manos, lector, si Consuelo Berges no hubiera un dÃa decidido sumergirse en losoceánicos 43 volúmenes de las Memoriasdel «terrible duque, que no tenÃa pelos en la pluma». Louis de Rouvroy, duque de Saint-Simon, es, en España, por decirloasÃ, un autor de Consuelo Berges,como también lo es Stendhal. Gracias a ella, leemos hoy la mayorÃa de sus obrasmagnas anotadas, prologadas y traducidas con esa compenetración que sóloconsiguen aquellos que también son creadores. No es de extrañar, pues, que Consuelo Berges, buscadora infatigabley traductora igualmente de Marcel Proust, sintiera curiosidad por aquel hombreilustre que vivió bajo el reinado de Luis XIV y de cuyas Memorias está impregnada la obra del autor de La recherche.. Porque, según afirma Berges, «la prosa deSaint-Simon es la de Proust en bruto».Saint-Simon nació en1675. Cuando cumplió 17 años entró en una compañÃa de mosqueteros al serviciodel Rey Sol. En 1702, tras colgar la espada, se dedicó a frecuentar una de lascortes más poderosas y brillantes de la historia de Francia. A la muerte deLuis XIV, en 1715, empezó su carrera polÃtica en el Consejo de Regencia. En1721 es enviado por el Regente como embajador extraordinario a España con elfin de concertar la posible boda del futuro Luis XV con una hija de Felipe V. Asu regreso a ParÃs un año después, la situación habÃa cambiado, siéndole deltodo desfavorable. Se retiró de la vida pública y dedicó los 32 años de vidaque le quedaban a esa grandiosa obra que son las Memorias. Nadie mejor situado que ese observador meticuloso paracontar lo que vio, oyó y protagonizó él mismo durante un radiante reinado de 77años, fuente inagotable de temas de estudio para historiadores y cronistas.Y ahora de la mano de Consuelo Berges, recorremos estas páginas entresacadas de entremás de 40.000 como si recorriéramos las amplias galerÃas de Versalles, pobladasaún por el susurro a la vez alegre y maligno de los cotilleos y de las intrigas,y topáramos con esas damas exuberantes y desvergonzadas unas, severas einteligentes otras, que reinaban sobre su monarca como éste reinó sobre susúbditos. Y, de pronto, nos percatamos que la «pequeña historia» que aquà senos invita a asistir no es sino el lado oculto del Sol, parte imprescindible yesclarecedora de esa Historia que sale en los libros de texto o en los tratadoseruditos.